¿Dónde estará la encina
de la pelada llanada?
De aquél chozo que habite
de retamas y de paja.
La encina que daba sombra
en la siestas que abrasaban,
a pastores y gañanes
que en su tronco dormitaban.
Que, durante los invierno
cobijo y abrigo daba,
al perro fiel centinela,
que guardaba la majada.
Hoy, ni tronco de ella queda,
ni raíces, ni hojarascas,
ni sus duros cascabeles
como pequeñas campanas.
Todo desapareció
como por arte de magia,
la magia del desarrollo
que todo cambia y arrasa.
Desarrollo que deshace
caseríos y cañadas,
montañas como gigantes
que al cielo azul se levantan.
Que siembra de pesticidas,
de hedor y de hierbas malas
los campos que antes olían
a tomillo y verde jara.
Los campos y arroyos claros.
¡Qué cristalinas sus aguas!
Que con los rayos del Sol
eran espejos de plata.
El desarrollo truncó
la corriente de esas aguas,
encauzándolas por tubos,
turbias y contaminadas.
Desarrollo, evolución
son sólo huecas palabras
en boca de mercaderes
que medran como alimañas.
Sin reparar en romper
la ecología equilibrada,
que así misma se enriquece,
pero que jamás se cambia.
Odiado sea quien se atreva
a cambiar torres por plantas,
pistas de asfalto por ríos,
neón por noches estrelladas.
O centrales nucleares
por el poder de las aguas,
de la mar que crea vida,
no contamina ni mata.
Y si alterase el ambiente
la bravura de las aguas,
sea por causas naturales
no por mentes desquiciadas.
Mentes que se justifican
cuando matan y descastan
“por el bien de la humanidad
y en interés de la patria”.
Acaso los campos
con animales y plantas,
con aires limpios,
con frutas sanas...
Con sol de fuego,
con nieves blancas;
¿no son de la humanidad
y orgullo de cualquier patria?
Que la patria se defiende
conservando su flora y fauna,
con amor, sin egoísmo
y sin destructoras armas.
P.GALLEGO.
No hay comentarios:
Publicar un comentario